domingo, 27 de febrero de 2011

Imágenes de los talleres clandestinos, una forma de esclavitud moderna

Mario tiene 16 años, más que suficientes para saber que no es natural dormir en ese colchón sin sábanas, o que su sueldo, de 700 pesos al mes por 14 horas de trabajo, no justifica ni su agotamiento ni el tener que compartir un baño con los otros 50 bolivianos del taller. Mario se coloca una cámara oculta en la remera y muestra parte de su infierno: un gigantesco galpón con máquinas de coser y cortadoras, el ascensor industrial que lo lleva al sótano para buscar telares y refugiarse en su cama y la oscuridad de una rutina que sólo le da respiro los domingos (ver Clandestinidad...).

Las imágenes, borrosas pero contundentes, fueron tomadas la semana pasada en el interior de un taller de la calle Chivilcoy, en Floresta. Mario registró el lugar con una cámara diminuta que le prestó la Fundación Alameda, una organización que desde hace cuatro años persigue a los talleres clandestinos.

Esta semana la fundación hará la denuncia penal, con la esperanza remota de que los inspectores de la Ciudad no intenten culpar únicamente al capataz del taller, un coreano de poco más de 50 años que, según el relato de Mario, es apenas un empleado más de la cadena de producción.

Sabe Mario, además, que al taller lo suele visitar la Policía, pero jamás baja al sótano donde él vive desde hace un año, cuando llegó de La Paz, Bolivia, por la insistencia de un familiar. "En Buenos Aires hay trabajo", le dijeron. Y aquí llegó.

Se calcula que en todo el país hay entre 150 mil y 200 mil trabajadores textiles informales. Que en la provincia de Buenos Aires hay no menos de 12 mil talleres clandestinos. Y que en la Capital existen entre 3.000 y 3.500, según la estimación de la Defensoría del Pueblo, aunque el Gobierno porteño la relativiza un poco. "Yo calculo que habrá 2.000", dice el subsecretario del Trabajo, Jorge Ginzo.

En lo que todos coinciden es que en muchos casos se trata de trabajo esclavo, hijo de una tradición de la industria textil. El 78 por ciento de los trabajadores textiles está en negro, según reconocen las autoridades del sector. Y la cadena de valor es desproporcionada: al tallerista se le paga un peso por cada prenda que luego puede llegar a venderse a 200 en un shopping.

El drama de los talleres generó alarma social recién el 30 de marzo de 2006, cuando un incendio destruyó el taller de Luis Viale 1269, en Caballito, matando a dos mayores y a cuatro chicos. Pero las cosas no han cambiado demasiado. La Defensoría del Pueblo y la Fundación Alameda reciben tres o cuatro denuncias por semana. La Justicia federal porteña -a cargo del fiscal Carlos Cearras- investiga a cientos de talleres y a 80 primeras marcas, acusadas de ser corresponsables de la "esclavitud".

¿Dónde están los talleres? En Capital se burlan de los controles en los barrios de Floresta, Pompeya, el Once, o en galpones o casas de familia que albergan a 10, 15 o hasta 70 trabajadores en negro, a veces controlados por cámaras de seguridad, otras por la simple mirada del patrón. También en las villas, a donde pocos inspectores se animan a entrar. "En la 1-11-14 hay entre 300 y 500 talleres", advierte Gustavo Vera, de la Alameda.

"Necesitamos que la Justicia federal y el Estado en general intervengan. Hay que ayudar a las víctimas, darles protección a los testigos y apuntarle a las grandes marcas, que son las que hacen la explotación", dice Rodolfo Yanzón, de la Liga Argentina por los Derechos del Hombre y denunciante permanente de los talleres clandestinos.

Yanzón apunta a las marcas, ya que la "Ley de Trabajo a Domicilio" establece la responsabilidad solidaria de las empresas que tercerizan sus servicios. Las marcas, hasta ahora, han venido esquivando culpas con el argumento de que sólo contratan un servicio.

La firma Kosiuko, una de las denunciadas, aseguró a Clarín que está comprometida "en el saneamiento de la cadena de valor" de la industria (Ver La fábrica...). En marzo pasado, la Defensoría denunció a Kosiuko por un nuevo taller clandestino -esta vez en Pompeya- y puso punto final a una Mesa de trabajo donde empresarios y la Fundación Alameda buscaban soluciones al problema.

Mario Ganola es el especialista de la Defensoría del Pueblo. Según dice, el problema es enorme ya que toda la industria textil se maneja con talleres clandestinos. "Es un sistema de producción ya organizado así, donde una obrera hace 50 camisas por día a un peso cada una, y luego esa misma camisa se vende a 200 pesos".

Para Ganola, no tiene sentido regularizar a los talleres, sino asistir a las víctimas y protegerlas para que puedan denunciar su situación sin temor a quedar en la calle. La mayoría de los talleristas, recuerda, son bolivianos indocumentados, muchos llegados al país por engaño.

Una postura distinta tiene el gobierno porteño. Según Ginzo, el subsecretario de Trabajo, "es importante diferenciar los talleres clandestinos de los informales" y sostiene que en la mayoría de los casos se trata de microemprendimientos de subsistencia. El Gobierno porteño impulsó una ley para regularizar los talleres. Se sancionó hace tres semanas, aunque aún no fue reglamentada. Según el gobierno, hay 100 inspectores listos para hacer el trabajo.

¿Qué hacen la AFIP, la Policía, la Dirección de Aduanas? Poco y nada, según reconocen todos los actores. Tampoco el gremio textil, aunque ahora empezó a colaborar con el Gobierno porteño. Esa falta de presencia del Estado se percibe en cada uno de los talleres. En la calle Chivilcoy, de Floresta, en este momento viven 50 personas. Tres de ellos son menores de edad. Uno se llama Mario y su cámara oculta ya está apagada.

Por: Gerardo Young
Fuentehttp://edant.clarin.com/diario/2009/04/12/um/m-01895190.htm

miércoles, 23 de febrero de 2011

Con derecho a la identidad de género

Con derecho a la identidad de género
Por Marcela Valente

BUENOS AIRES, feb (IPS) - "En mi familia siempre me vieron como mujer, pero en la escuela me llamaban por mi nombre de varón y por eso abandoné los estudios", contó a IPS Paula Sosa, una travesti que logró cambiarse el nombre en su documento de identidad.

El caso de Sosa forma parte de una campaña iniciada en 2010 por la Asociación de Travestis, Transexuales y Transgénero de Argentina (ATTA) para la rectificación del registro de nombre y sexo para integrantes de esta minoría sexual.

Pero la campaña, que incluyó el lanzamiento de una guía para comunicadores sobre la mejor información acerca de personas trans, como se denomina a este colectivo, apunta a una conquista más ambiciosa: la sanción de una ley de identidad de género.

En la campaña trabajan mancomunadamente ATTA y la Federación Argentina de Lesbianas, Gays, Bisexuales y Trans, y cuentan con el respaldo de legisladores de varios partidos dispuestos a avanzar en una norma que resguarde estos derechos.

En Argentina, como en otros países latinoamericanos, ya había personas que se sometían a intervenciones quirúrgicas de cambio de sexo y a un largo proceso judicial para conseguir que esas modificaciones se convaliden en el documento.

Ahora, de las ocho personas que se presentaron ante la justicia argentina mediante recursos de amparo, tres consiguieron su objetivo en poco más de un mes y sin necesidad de pasar por operaciones de cambio de sexo ni por pericias médicas o psiquiátricas.

El primer caso fue el de la muy popular artista travesti Florencia de la V, su nombre artístico, que con 35 años figuraba en el documento como Roberto Trinidad. Desde noviembre de 2010 se llama legalmente Florencia Trinidad.

"Este documento me dignifica como persona, registra lo que soy y lo que siempre fui", declaró Florencia de la V poco después de recibir su nueva identidad, que también quedó modificada en su certificado de nacimiento.

Para Marcela Romero, coordinadora de ATTA, fue más difícil y tortuoso el proceso cuando ella lo hizo, hace unos cuantos años. Es transexual, se operó a los 23 años y sólo a los 33 logró tener el documento con su nombre de mujer.

A pesar de haberse operado, Romero fue citada muchas veces por la justicia en esos 10 años. Fue examinada por psicólogos, psiquiatras y médicos forenses.

"Me revisaron hasta la vagina", relató Romero a IPS al recordar su experiencia.

La justicia, con el aval de muchos psiquiatras, consideraba el rechazo al propio sexo como un trastorno psicológico al que denominan disforia de género. Pero esta consideración patológica de la identidad de género está ahora en cuestión.

En países europeos como España y Francia, las comunidades trans realizan fuertes campañas para que estas identidades de género dejen de ser consideradas un trastorno mental, como lo fue la homosexualidad hasta hace 20 años, y van camino a lograrlo.

Unas 50 transexuales lograron en las últimas décadas en Argentina el cambio de sexo y documento a fuerza de operarse y de someterse a largos procesos legales para que el juez terminara por otorgarles el nuevo reconocimiento.

Ahora, la jurisprudencia respeta el derecho trans a cambiar nombre y sexo en el documento sin pasar por la intervención quirúrgica ni por las pericias.

"Se respeta la identidad de todos y no obligan a nadie a operarse", sintetizó Romero.

De esta manera Argentina se convirtió en el primer país de América Latina en reconocer la identidad de estas minorías mediante un trámite expeditivo y no invasivo de su privacidad.

En Uruguay se aprobó una ley sobre su derecho a la identidad, pero requiere de una presentación ante Juzgados Letrados de Familia y de una evaluación de un equipo multidisciplinario del Registro Civil, a la que se debe someter el o la interesada.

"En Colombia sí se permite el cambio de nombre en el documento, pero no el cambio de sexo, mientras que en Brasil están saliendo dictámenes a favor del cambio pero sólo para transexuales, es decir, para quienes se operaron", precisó Romero.

En Argentina no hay aún una ley que regule los intereses de personas trans como la que fue aprobada en Uruguay, pero sí se venía registrando un clima proclive a la ampliación de derechos hacia las minorías sexuales.

En este sentido, el Senado aprobó a mediados de 2010 una nueva ley que permite el matrimonio de personas del mismo sexo, una conquista pionera en la región que había comenzado con una campaña de recursos de amparo ante la justicia.

En el caso de la demanda por la rectificación del nombre y sexo en los documentos, ATTA y la Federación también exigen que se apruebe una ley. De hecho, hay un proyecto en el Congreso legislativo que ya tiene el visto bueno de distintos bloques partidarios.

La iniciativa, presentada como Ley de Identidad de Género, busca asegurar el reconocimiento y la dignidad de este colectivo trans mediante el cambio de nombre y sexo en el documento de manera de acceder también a otros derechos.

En los fundamentos del proyecto se señala que la identificación sexual es uno de los aspectos más importantes de la identidad de una persona y que ampara el derecho a no ser discriminado, además del acceso a la salud, a la educación y al mundo laboral formal. Sosa, quien consiguió el cambio de nombre este mes, dice que va a terminar la escuela secundaria que abandonó porque le resultaba muy traumática cuando su identidad era la de un varón. Entonces podrá estudiar odontología, se esperanza.

Mientras tanto se defiende con el oficio de peluquera y está feliz porque el título se lo darán en breve con su nombre de mujer. "En mi familia siempre me apoyaron, pero yo no quería operarme, y ahora tengo mi nuevo documento", celebra.

Según Romero, la vida de una persona trans puede cambiar enormemente con la adecuación del nombre y sexo en su identificación. "Se puede acceder a las políticas públicas, a la ciudadanía", lo resume en un principio.

Después detalla cambios concretos. "Muchas de las personas trans nunca votaron por no tener que pasar por la situación indignante de hacer fila en la mesa con todos hombres y que les digan cualquier cosa", ejemplificó.

Las dificultades se dan casi apenas se manifiesta la contradicción entre el sexo biológico y el género. Estas minorías registran un elevado índice de deserción escolar por problemas de integración, lo cual redunda luego en una casi nula inserción en el mundo laboral formal.

Una investigación publicada en 2006 sobre la Situación de la Comunidad Travesti en Argentina reveló que 64 por ciento de miembros de esta población no había terminado la escuela primaria y otro 20 por ciento no había finalizado el secundario.

Frente a la falta de educación y empleo, una gran mayoría vive por debajo de la línea de pobreza sin posibilidades de acceder a la vivienda y a la salud. "No tenemos opciones y muchas terminan en la prostitución que genera mayor persecución, discriminación y marginalidad", sostuvo Romero.

El informe sostiene que 62 por ciento de estas personas habían fallecido en 2006 a causa del síndrome de inmunodeficiencia adquirida (sida), 17 por ciento asesinadas y el resto se suicida, son víctimas de accidentes de tránsito, sobredosis de drogas o de mala praxis en operaciones por cambios en el cuerpo sin la debida asepsia. (FIN/2011)

Fuente: IPS NoTICIAS


http://ipsnoticias.net/nota.asp?idnews=97508

jueves, 3 de febrero de 2011

Monumento a la mujer originaria


Sumate al proyecto del monumento más grande de Argentina.

Doná una llave o un objeto de bronce y formá parte de este proyecto solidario impulsado por el historiador Osvaldo Bayer y el artista plástico Andrés Zerneri. La pieza escultórica será la más grande del país y reemplazará la del genocida Julio Argentino Roca, ubicada en Perú y Diagonal Sur.

Todos pueden participar ayudando a difundir este proyecto o acercando llaves u otros elementos de bronce al taller del artista plástico Andrés Zerneri en Cabrera 3653 - Palermo Viejo, Buenos Aires, los Sábados de 9 a 20hs.
Tel: 4862-8051
mail: zerneria@hotmail.com