miércoles, 16 de marzo de 2011

"KICHA" CAMPILLAY (Cacique de la comunidad indígena de Guandacol) recibió la "Rosa de plata a la mujer trabajadora"

En el marco de la conmeración del Día Internacional de la Mujer la Asociación del Personal Legislativo, galardonará a 6 reconocidas mujeres con los ya tradicionales Premios Anuales “Rosa de Plata a la Mujer Trabajadora”, que serán otorgados por esta institución el próximo martes 15 de marzo a las 11.00, en el “Salón de Pasos Perdidos” del H. Senado de la Nación, sito en la calle Hipólito Yrigoyen 1849, de Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

La Rosa de Plata es realizada por el maestro orfebre Juan Carlos Pallarols.

En esta oportunidad, se incluyo a la Mujer Trabajadora Indígena y fue elegida la hermana Ada Campillay-Kicha, de la Comunidad Indígena de Guandacol del Pueblo Diaguita –La Rioja.

A 316 kilómetros, desde la capital riojana, se encuentra Guandacol y a unos pocos kilómetros más, Palermo donde se ubica la comunidad indígena. Con el fondo de los cerros y por un camino de tierra se llega a ver las viviendas de adobe que se ubican al costado de ese camino.

La cacique de esta comunidad es Ada Campillay, conocida como Kicha, en lengua cacana (que hablaban los diaguitas), significa “Enviada”. Con aquel nombre su abuela no sólo le quiso legar un pasado indio, sino también una misión: ser la enviada de los suyos.

Se crió en estas tierras, cuando se casó, con un maestro, se fue a Chilecito pensando en buscar un futuro para sus hijos. Tuvo cinco hijos, pudo hacerlos estudiar a todos y hoy son profesionales. En 2006 sintió que su obligación con sus hijos ya estaba cumplida, decidió volver a la tierra de sus padres. Habían pasado 20 años, pero a su vuelta vio que su pueblo no sólo no había mejorado, sino que había retrocedido en el tiempo.

El desempleo, la supervivencia con un plan social, el analfabetismo, la deserción escolar, los embarazos adolescentes, las enfermedades, la falta de expectativas de un futuro mejor, y sobre todo el olvido de sus orígenes. Así comenzó su segunda vida, si en la primera había privilegiado a sus hijos, en ésta, la prioridad sería la Comunidad Indígena de Guandacol (Co. In. Gua.), como ella la bautizó y la presenta ante el mundo. Siendo una comunidad, sintió que además de compartir la sangre (diaguitas) vivían todos en la miseria.

Kicha comenzó a buscar información, a leer, a investigar y se enteró que en todo el país había comunidades con problemas similares a los suyos, y empezó el camino de la integración. Participó en reuniones regionales y nacionales. Se junto con otros pueblos indígenas pero principalmente con los descendientes de diaguitas.
Confirmaron lo que ya venía sospechando: en La Rioja no había registrada ninguna comunidad indígena. Ello significaba que no existían descendientes viviendo en comunidad. Es decir, los que habitaban en Palermo, compartían su sangre, sus recuerdos, sus dificultades, sus alegrías, no constituían una comunidad de descendientes de indígenas.

Sin ubicación en los registros oficiales, difícilmente podrían acceder al respeto por sus derechos, contemplados en la legislación vigente. Además, las partidas nacionales, del tipo social tampoco llegarían.
Viajó a Buenos Aires, luego de varios trámites fueron registrados como Comunidad Indígena por el Instituto Nacional de Asuntos Indígenas (INAI) y ya integran el Registro Nacional de Comunidades Indígenas. Actualmente esta comunidad conforma la última provincia al sur de la “Unión de los Pueblos de la Nación Diaguita", organización que agrupa a las comunidades diaguitas de las provincias de Tucumán, Salta, Catamarca, Santiago del Estero y la Rioja.

Kicha buscó a través de proyectos laborales que ha diagramado para sacar a su comunidad de esta realidad: cría de ganado, cría de gallinas, fabricación de queso de cabra, cultivo de quinoa y quiwicha (dos cultivos indígenas que – sostiene - podrían colaborar en la recuperación alimentaria de los niños con bajo peso) y trabajos de curtiembre.

Los dos últimos emprendimientos, Kicha los ha llevado adelante en su propia casa.
Para hacer posible estos emprendimientos fue necesaria la capacitación que Kicha recibió a través del INTA. Teniendo en cuenta que muchos no saben o tienen dificultades para leer, es que los libros y folletos de capacitación no serían eficaces, Kicha consiguió que le donaran un un televisor y una videocassettera, para enseñar a los habitantes de Palermo a cultivar, mediante los videos que distribuye el INTA.

Además, una salida laboral, de menor rédito económico, está representada por el trabajo artesanal, que muchos de la comunidad, especialmente las mujeres, aprendieron de sus padres. Al respecto, Kicha organizó en su hogar pequeños talleres artesanales, cuyos productos pueden ser apreciados por los visitantes, prolijamente organizados en repisas. Allí se pueden observar jarrones, adornos, bandejas, mantas, frazadas, elaboradas con elementos autóctonos, y a partir del reciclado de otros. En cada feria artesanal que se organiza en Guandacol o Villa Unión, allí va con los productos de la comunidad.

Consiguió que un equipo de Fundanoa, la fundación que preside el oftalmólogo Antonio Anzalaz revisara a los pobladores y detectar patologías de la visión, para luego buscar remediarlas ya sea con operaciones quirúrgicas o con anteojos, provistos ambos por la fundación, como un servicio a las poblaciones de escasos recursos.

Hoy cuenta con un taller textil montado en su casa y enseñó sobre el manejo de la máquina a otras tres mujeres de su comunidad. El sistema que acordaron fue el siguiente: la empresa les provee las telas y las señoras deben confeccionar una cierta cantidad de sábanas en un periodo determinado. También desarrollaron un esquema de trabajo que incluye turnos de confección y tareas específicas para cada una.

Kicha dice: “Nosotros no queremos más subsidios, ni comedores, ni tickets alimentarios. Queremos trabajo, educación, salud y respeto por lo nuestro. Eso es todo”.
Un gran corazón. “Yo no soy importante. El nombre Cacique es sólo un nombre que me permite ser servidora de los demás”, dijo Kicha, en la foto junto a su máquina de coser.

Ella dice: “Yo no soy importante. El nombre Cacique es sólo un nombre que me permite ser servidora de los demás”.

Fue reconocida como una de las “Mujeres Riojanas del Bicentenario” entre mujeres destacadas del ámbito social, político, cultural y deportivo entre otros.


Fuente:
http://uniondiaguita.blogspot.com/2011/03/kicha-campillay-recibira-la-rosa-de.html

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